LADRONES HAMBRIENTOS –Antes de huir, mejor comer un poco.–

Lo primero es lo primero, debieron pensar unos ladrones que sustrajeron del restaurante Currito sardinas, rodaballos, lubinas, bonitos, chicharros y cabrachos, valorados en ochocientos euros. El pescado estaba guardado en una gran cámara frigorífica situada en la terraza del establecimiento. Lo primero que vieron al llegar fue una parrilla aún humeante con las brasas vivas de la cena que se había ofrecido esa noche. No se lo pensaron dos veces y, en lugar de sustraer el pescado y huir lo más rápidamente posible, se lo tomaron con calma y asaron en la parrilla una sardina y una rueda de bonito. La sorpresa fue mayúscula cuando al día siguiente, el responsable de este restaurante que lleva abierto veintinueve años, Roberto Vázquez del Olmo, no solo vio que habían vaciado la cámara, sino que también se percató de que había restos de comida en la parrilla. Menos mal que no descubrieron las botellas de Viña Pomal guardadas en el interior del establecimiento, porque si no, lo más seguro es que los saqueadores se hubiesen tomado una buena copa de vino antes de desaparecer.

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