UNA CHULETA PESCADA EN EL MAR –El cliente siempre tiene la razón, aunque se confunda.–

El cliente llegó acompañado de una mujer para una comida de negocios y pidió al mánager del restaurante Sagartoki, Raúl Fernández Meliz, que les sirviera lo que él quisiera. Raúl decidió que el cliente comiera unos pimientos asados, unas anchoas y una ventresca de atún rojo. A la hora de pagar, el hombre afirmó: «La chuleta estaba deliciosa». Desconcertado, el mánager revisó la comanda y comprobó que efectivamente lo que le había servido no era una chuleta, sino ventresca de atún, por lo que dedujo que el cliente los había confundido, dado que el color y la textura son muy similares. Sin saber qué hacer para no avergonzar al cliente, modificó la cuenta y en lugar de atún escribió “entrecot”. Lo malo fue que el hombre, tras quedar encantado, regresó cinco días después y volvió a pedir «otra chuleta tan buena como la del otro día». De modo que Raúl no tuvo otro remedio que volver a servirle el atún rojo, como si de una chuleta se tratase y repetir el engaño en la cuenta. Pero hubo una tercera vez, en la que el cliente acudió acompañado de un amigo y el dueño no pudo mantener el engaño y le reveló la verdad. Lo más gracioso es que al cliente no le importó en absoluto y, de hecho, aún hoy continúa pidiendo su «chuleta pescada en el mar».

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