UN PUZLE DE MURCIÉLAGOS –Un regalo un tanto extraño de José Miguel de Barandiarán.–

La primera referencia histórica del caserío en el que está ubicado el restaurante Salegi es de 1881, año en el que el Ayuntamiento otorgó un permiso de obras a través de un pergamino que aún se conserva. Desde entonces, cinco generaciones han estado al frente de este establecimiento, que ha sido posada, tienda de ultramarinos, casa de comidas e incluso centralita médica y veterinaria. Precisamente hace unas semanas, un cliente celebró el bautizo de su bisnieto en este lugar y aún se acordaba de cuando, hace sesenta y cinco años, era el médico de la zona y se trasladaba a casa de sus pacientes en bicicleta. Lo primero que hacía era acudir al Salegi, donde le informaban de los enfermos a los que había que visitar ese día, dado que en esa época no había teléfonos y eran los vecinos quienes dejaban el aviso en este caserío.
Una de las visitas ilustres con las que cuenta la historia de este lugar fue la del antropólogo vasco José Miguel de Barandiarán en 1928, descubridor de la Cueva de Urtiaga en la falda del cerro Salvatore. El dueño, Agustín Alcibar, junto con sus hijos, eran los encargados de llevarle el almuerzo a la cueva durante los veranos en que se hospedó en el Salegi mientras investigaba. Como compensación, Barandiarán le llevaba cada noche un extraño regalo: huesos de murciélago para que hiciera un puzle con ellos.

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