UN COMPOSITOR ENFADADO –La música amansa a las bestias, si bien nadie dijo que los músicos no puedan enfadarse de vez en cuando.–

El día había comenzado bien para el compositor italiano Ennio Morricone, ya que había acudido al Teatro Arriaga de Bilbao a presenciar el concierto que ofrecía su hijo, también director de orquesta. Sin embargo, la noche se torció para el autor de bandas sonoras como La muerte tenía un precio o La misión. Morricone había quedado con unos amigos en el restaurante Zortziko de la capital vizcaína y no se presentaron hasta las once de la noche. Tras varias horas esperando solo en una mesa, se resignó y pidió para cenar un simple tazón de aceite con una barra de pan que fue untando poco a poco. Cuando se presentaron sus amigos, mostró su cabreo por la tardanza y ni siquiera les acompañó en la cena. «La espera tenía un precio», debió pensar.

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